domingo, 13 de abril de 2008

La debilidad de los Estados fuertes. Una vieja pregunta formulada de nuevo. Primera Parte

Una de las debilidades que tendrían las dictaduras según Fukuyama tiene que ver con el hecho que en una democracia liberal, el Estado es por definición débil, en la medida que interviene menos en la vida de las personas. Ya sea para alcanzar mayor poder militar, para fomentar un orden igualitario o para aumentar el crecimiento económico. Fukuyama señala allí que lo que se pierde en el terreno individual se gana en términos del objetivo nacional. Plantearía entonces una tensión entre un Estado liberal y un Estado fuerte.

Incorpora el concepto de "legitimidad" para indicar que un Estado puede no tener una legitimidad mayormente compartida, pero que sin embargo lo es entre la élite gobernante. El problema con la legitimidad con algunos gobiernos totalitarios de derecha, y para ello da varios ejemplos de Latinoamérica, es su fragilidad. Es decir la pérdida de la legitimidad puede darse de una manera muy rápida.

Cabe agregar que el autor ya que cita ejemplos ocurridos en Latinoamérica no hace ninguna mención respecto a la violencia política, ejercida por los propios Estados, y en particular sobre las violaciones a los Derechos Humanos, todo esto a propósito del tema de la legitimidad. Cabe indicar hasta aquí que tal vez sea valiosa la distinción que hace el historiador chileno Gabriel Salazar entre estabilidad y legitimidad de los Estados. Es decir que la legitimidad de un Estado no sea mayormente compartida implica entonces que ya no es legítima sencillamente y que más bien lo que le queda por defender a la élite gobernante es la estabilidad. Este aspecto puede ser importante cuando se habla de los Estados fuertes, al menos en cuanto a que un Estado fuerte no necesariamente tiene que ser ilegítimo. Si es así, invariablemente la democracia liberal no es sino la única alternativa.

Fukuyama da varios ejemplos de dictaduras latinoamericanas o regímenes autoritarios, por ejemplo Argentina, Perú, Uruguay, en los cuales finalmente se hace entrega del poder a los civiles. En una especie de reconocimiento que la democracia es el camino final o la alternativa última a cualquier intento, aunque venga del autoritarismo, para hacer realidad algún proyecto político para un país. Lo mismo plantea respecto a la situación de sudáfrica con el apartheid (segregacionismo) en el cual los "blancos" tuvieron que darse cuenta que era capaz de sustentar lo que se estaba planteando como un Estado que dejaba fuera a algunos seres humanos en función de la raza. Aparentemente en todos estos casos, con sus diversidades, el regimen democrático sería invariablemente la mejor forma de gobierno que podría escoger un Estado.

Luego de esta exposición el autor plantea la pregunta respecto de los regímenes totalitarios de izquierda que implicaba para ellos un estado fuerte y cuál podría ser su viabilidad a partir de la manera como se han ido dando las cosas.

Otro punto rebatible que plante el autor tiene que ver con el hecho que las dictadura latinoamericanas nunca trataron de aplastar a la sociedad civil, cosa que sabemos de manera bastante concluyente que fue así. No parece razonable pensar que Fukuyama haya estado desinformado más bien parece un sesgo que suele repetirse en este autor para terminar en general presentado su identificación con la derecha política. Sabemos que la persecución política y la tortura fueron practicas sistemáticas, que no fueron excesos o situaciones aisladas. Es decir fueron prácticas basadas en una manera de ver el mundo, inspiradas en la lógica de la guerra fría y ante todo una opción política clara de parte de estas dictaduras. Fukuyama enfatiza que es una situación distinta y tal vez donde si acierta en mayor grado es cuando señala que en el caso del totalitarismo busca ofrecer una visión completa de la vida humana tratando de destruir la sociedad civil completa, lo cual podría ser cierto para las dictaduras de espacio que finalmente no fueron tan "eficientes" por cuanto siempre quedaron espacios institucionales para la resistencia. Tal vez precisamente porque no contaban con una ideología tan perfecta y global. No fueron tan absolutas. Ahora si en cuanto a la amenaza y destrucción del enemigo sí habría.  Agrega, este era el objetivo final del totalitarismo, "no privar de su libertad al nuevo hombre soviético, sino hacerle temer la libertad a cambio de ofrecerle seguridad y reconocerle las bondades de sus cadenas incluso en ausencia de toda coacción". Lo cual nos recuerda la descripción de la desesperanza aprendida de Martin Seligman.

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